jueves, 5 de mayo de 2016

Teoría del caos e hipertextualidad

Como señala Joan Campàs, también existe cierto orden dentro del caos, “el caos es estable y siempre cambiante. El desorden aparente enmascara un modelo subyacente”[1], apunta. Destruir para construir; deshacer para hacer, esa es la metáfora de la naturaleza que nos introduce la idea de que el hipertexto efectivamente ha puesto patas arriba todo cuanto conocemos, pero de tal modo que ha creado una nueva realidad mucho más compleja en comparación con cualquiera de sus precedentes. La teoría del caos es aquello de lo que todas las mentes brillantes se valen para extraer genialidad de La Nada, porque si aplicamos el caos a la condición humana podemos sacar la conclusión de que el ser humano es tan complejo, voluble e inefable, que de esa amalgama de contradicciones es capaz de crear: "nuestra perspectiva sociológica cambia, nuestros grados de libertad se expanden y experimentamos la verdad y el ser: entonces somos creativos, y allí es cuando se rebela nuestro verdadero 'yo'"[2].


Así, el 'yo' es un constructo social y, por ende, es mucho más de lo que en verdad somos y, sobre todo, de lo que creemos que somos. El “yo” es una proyección de nosotros mismos, es el modo en que los demás nos perciben. La individualidad es eternamente mutable y, en cierto modo, es universal. Ahí es donde entra en la ecuación el lenguaje, pues nos valemos de él para construir nuestro pensamiento y nuestra personalidad lo que vendría a ser la voz interior o la conciencia y, en última instancia, para compartir nuestra experiencia vital con aquellos que nos rodean.  Eso es lo que el relativismo lingüístico sostiene, que cada pensamiento es único. Bajo esta corriente de opinión, hay tantas percepciones de la realidad y discursos en el mundo como lenguas y formas de hablar[3].  Es decir, lejos de ser el último paso del pensamiento, está intrínseco al propio pensamiento.


[1]- CAMPÀS, J. Estudis sobre el caos, pág.2
[2]- CAMPÀS, J. Estudis sobre el caos, pág.7
[3]- ANÓNIMO. Lenguaje, pensamiento y escritura. Una perspectiva psicológica, pág. 130

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