“Es en el doble sentido de la
condensación simbólica y del control social en el que el lenguaje resulta
indispensable para la elaboración del pensamiento”[1], dijo Jean Piaget.
Y es que para Piaget “el lenguaje constituye
un producto del desarrollo de la inteligencia, la cual traduce y expresa”[2].
El concepto de lenguaje egocéntrico es
el punto de partida de esa idea, la cual a grandes rasgos viene a decir que
durante la infancia se desarrollan dos tipos de lenguaje, el egocéntrico y el
social, que conviven hasta que el sujeto alcanza una edad razonable. El
lenguaje social no merece mayor explicación, pues es la verbalización de los
pensamientos dirigidos a un interlocutor, pero el lenguaje egocéntrico es una
suerte de conversación para uno mismo con la que los infantes ordenan ideas y
favorecen la capacidad de pensar.
Lev Vigotsky, otro estudioso de las
intrincaciones entre lenguaje y pensamiento que se inspiró enormemente en
Piaget, apuntó en añadidura del lenguaje egocéntrico piagetiano que “el lenguaje tiene una capacidad mayor para
reflejar la realidad y, en consecuencia, para mediar la conciencia”[3], pues
el lenguaje es un conjunto de
símbolos que media y de qué manera en la construcción del “yo”. Según Vigotsky, ese lenguaje
egocéntrico con el paso de los años pierde la necesidad de ser verbalizado,
derivando así en la conciencia humana. Muy en la línea del pensamiento
sociolingüístico, la reflexión final de la teoría de Vigotsky es que el
lenguaje, como medio social del pensamiento, favorece la evolución del
pensamiento del sujeto.
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