Las consecuencias de ésta nueva forma
de entender la escritura, el hipertexto, no se han hecho esperar, y a muchos más niveles de los
que en un principio cupiese esperar. Por
un lado, desde un punto de vista cognoscitivo, el hombre del siglo XXI tiene
capacidad de generar y transmitir más tráfico de conocimiento, pero de un modo
un tanto confuso. Esto quiere decir, ni más ni menos, que estamos tan preparados
para empaparnos de conocimiento que paradójicamente nos vemos abrumados por esa
capacidad de generar tantas preguntas y esa hipertextualidad que ha impregnado
nuestra conciencia individual y social. Por el otro, quizá desde un prisma más
idiosincrático, la sociedad multimedia, del blog y de las redes sociales es una
sociedad marcada en gran medida por los placeres de la inmediatez y la
facilidad de aprendizaje que, por si no fuera poco, ha adquirido además una
gran implicación en la experiencia de lectoescritura:
"Con el hipertexto se pasaría de la objetividad radical, la de Descartes y
Newton, a la subjetividad radical, es decir, la virtual, el punto de vista
cuántico, que depende del observador".[1]
Así pues, la multilinealidad del
hipertexto ha borrado las barreras que existían entre pensamiento, lenguaje y
escritura y ha creado una nueva realidad social mucho más compleja en
comparación. Esta nueva estructura textual que ha sido bautizada como arborescente se ofrece al lector como
una nueva ventana a la que asomarse y que tiene innumerables vistas. La del
hipertexto parece ser, en definitiva, una nueva era.
[1]- CAMPÀS, J. ‘Una tipologia d’obres en xarxa’. Mòdul I
assignatura Escriptures hipertextuals.
Material docent UOC, pág. 13